Ansiedad por Separación

12.04.2018

Los miedos son parte del desarrollo evolutivo de una persona. Previenen contra posibles peligros en cada uno de los momentos de la vida. La mayoría de los miedos se dan en la infancia y en la adolescencia, y están en consonancia tanto con las habilidades disponibles para hacer frente a los posibles estímulos que los provocan, como con las capacidades cognitivas existentes. Estos miedos son normales, no provocan graves interferencias en la vida académica, social o laboral de la persona, y sirven para que la persona desarrolle habilidades motoras y cognitivas de afrontamiento. Además siguen una secuencia determinada, ya que a medida que se afrontan con buenos resultados cambia el objeto de temor.

La secuencia de miedos normales es:

  • 0 - 6 meses:

    Pérdida súbita de la base de sustentación (soporte) y ruidos fuertes.

  • 7 - 12 meses:

    Miedo a las personas extrañas, y a objetos que surgen inesperadamente.

  • 1 año:

    Separación de alguno de los padres (en especial del que ejerza como cuidador principal), retretes, heridas, extraños.

  • 2 años:

    Ruidos fuertes (sirenas, aspiradores, alarmas, camiones, etc.), animales, habitaciones oscuras, separación de alguno de los padres, objetos o máquinas grandes y cambios en el entorno personal.

  • 3 años:

    Máscaras, oscuridad, animales, separación de alguno de los padres.

  • 4 años:

    Separación de alguno de los padres, animales, oscuridad y ruidos.

  • 5 años:

    Animales, separación de alguno de los padres, oscuridad, gente "mala", lesiones corporales.

  • 6 años:

    Seres sobrenaturales, lesiones corporales, truenos y relámpagos, oscuridad, dormir o estar solos, separación de alguno de los padres.

  • 7 - 8 años:

    Seres sobrenaturales, oscuridad, miedos basados en sucesos aparecidos en los medios de comunicación, estar solos, lesiones corporales.

  • 9 - 12 años:

    Exámenes, rendimiento académico, lesiones corporales, aspecto físico, truenos y relámpagos, muerte, y en pocos casos a la oscuridad.

El miedo a la separación es el primero y más básico de los miedos. Incluso se da en otras especies. Tiene un claro sentido adaptativo ya que al tener a los cuidadores cerca se incrementan las probabilidades de supervivencia, hasta que el sujeto desarrolle las habilidades y la confianza necesarias para hacer frente a los estímulos que le atemorizan. Entonces, una vez que el sujeto gana en independencia, el miedo se va centrando en situaciones más específicas (ejemplo: oscuridad o animales). Pero si este miedo se mantiene, y es desproporcionado en relación al nivel de desarrollo del sujeto, conllevando problemas en áreas importantes de la vida de éste, deja de ser útil y puede llegar a convertirse en el llamado trastorno de ansiedad por separación.

Este trastorno afecta a un 4% de la población infantil, porcentaje que se va reduciendo conforme aumenta la edad. Es más frecuente en niñas que en niños. Suele iniciarse sobre los 9 años, en relación a un estímulo estresante. Aunque sufrir este trastorno aumenta la probabilidad de padecer otros trastornos de ansiedad en la juventud y en la adultez, lo normal es que no se mantenga más allá de la adolescencia.

Sus síntomas característicos son:

  • Malestar físico y psicológico recurrente cuando hay una separación real o anticipada respecto de la o las figuras significativas, es decir, aquellas con las que ha establecido un fuerte vínculo emocional. Normalmente, son los cuidadores habituales.

  • Preocupación excesiva y permanente por la posibilidad de que a las personas queridas les suceda algo grave o porque se produzca una separación de ellas.

  • Resistencia o negativas repetidas a implicarse en situaciones que impliquen la separación, además de pesadillas relacionadas con dicho tema.

Como la ansiedad por separación es uno de los primeros miedos en aparecer, si no se supera, aumenta la probabilidad de que se den posteriores trastornos de ansiedad en la edad adulta, como la agorafobia o el trastorno de pánico.

En la infancia las fronteras entre los diferentes trastornos mentales son más difusas. Esto se ve en la convivencia que puede existir en un mismo paciente de diferentes trastornos. Por ejemplo, el trastorno por ansiedad excesiva en la infancia o las fobias múltiples. Más prototípico sería el caso de la depresión, presente en un 30 % de los casos con trastorno de ansiedad por separación.

También es frecuente encontrar problemas académicos por el elevado ausentismo escolar que puede haber en las personas que padecen este trastorno. Es importante destacar que este trastorno puede darse conjuntamente con la fobia escolar, aunque son dos trastornos con características distintivas. La fobia escolar es un miedo desmesurado al entorno escolar o alguno de sus miembros, y no a la separación respecto de las figuras significativas.

Para explicar el origen de este trastorno se usan modelos de vulnerabilidad-estrés. Es decir existen una serie de factores de vulnerabilidad que al interaccionar con acontecimientos estresantes y con factores de aprendizaje, producen el trastorno. Los acontecimientos que pueden desencadenar el trastorno son la muerte temprana de un progenitor (afecta más cuanto más comprenda el niño o adolescente lo irreversible de la muerte), divorcio de los padres que conlleve cambios importantes en el quehacer cotidiano del niño y haga a las relaciones familiares más hostiles, hospitalizaciones en edades tempranas, o cambios de residencia.

Respecto a los factores de vulnerabilidad, destacarían:

  • Estilo educativo sobreprotector de los padres, lo que impide o dificulta que el niño/a desarrolle su propia autonomía.

  • Familias cerradas en sí mismas, habiendo así pocas ocasiones para que el niño se separe de las figuras significativas y desarrolle su propia autonomía.

  • Predisposición heredada: En concreto la característica que más predispone al trastorno es la inhibición conductual ya que supone una mayor reactividad psico-fisiológica (más tendencia al rubor, a la taquicardia, a la sudoración, etc. y más tiempo para disminuir estos síntomas).

  • Relación insegura con los cuidadores.

  • Problemas psicológicos en los padres, sobre todo depresión mayor y trastorno de pánico.

  • Características cognitivas: Preocupaciones excesivas y no realistas vistas como incontrolables, interpretación del mundo como negativo y amenazante, atención excesiva a las propias reacciones y pensamientos, limitando las posibilidades de acción y aumentando las atribuciones a uno mismo de los fracasos.

Si el niño/a no se expone a las situaciones de separación, el trastorno se puede mantener e incluso empeorar. Otros factores de mantenimiento son la persistencia de alguno de los factores anteriores o el reforzamiento de la conducta del niño/a y la obtención de beneficios primarios o secundarios por ello.

El tratamiento psicológico cognitivo-conductual suele ser efectivo en la mayoría de los casos con este trastorno. Se usan técnicas parecidas a las utilizadas para los adultos, pero con ciertas adaptaciones. Estas técnicas serían la exposición, la relajación, la práctica reforzada, técnicas cognitivas para reducir la ansiedad, programas de contingencias, y técnicas de modelado.

En cuanto a los fármacos, no están indicados para niños menores de 6 años. En edades posteriores se suelen usar antidepresivos y con menos frecuencia ansiolíticos o calmantes.

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